jueves, 31 de marzo de 2011

¿ES OLLANTA TAMBIEN PPK?

Nota de redacción: es un articulo que espero les genere algun comentario. ¿ES OLLANTA TAMBIEN PPK?  Por una necesidad de aclaración y claridad, manifiesto que tengo decidido que en primera vuelta votaré por PPK para la Presidencia de la República, así como por los candidatos al Congreso Yehude Simon (1) y Nery Saldarriaga (4) en Lambayeque y al Parlamento Andino por Elsa Vega (5) y Pedro Cisneros (9). Este es un asunto definido. Sin embargo, debo destacar que el actual proceso electoral –con dos tendencias claras: baja en las preferencias de Toledo, Castañeda y Keiko, y subida en Ollanta y PPK-- en su momento final y tal vez definitorio el fundamentalismo aparece como la expresión de una recurrente incapacidad para comprender y actuar en el proceso político en curso (más allá de lo electoral). Sucede que ante la tendencia de enero a marzo de incremento de las preferencias del electorado, según diversos sondeos de opinión, tanto de Ollanta como de PPK, son estos dos candidatos los que vienen recibiendo “los palos tumba yunza”. A uno se le acusa de trasnochado pro Chávez, estatista, anti inversión privada y extranjera, casi un cavernícola. Al otro, de lobbysta de marca mayor, entreguista, pro EEUU, vende patria, es decir otro casi cavernícola. Lo curioso es el hecho que ambos vienen haciendo esfuerzos para su ubicación en un electorado con “una mano” de candidatos que tienen posibilidades de ingresar a la segunda vuelta a donde solo dos estarán de todos modos. Estos esfuerzos constituyen la tentación irrenunciable de Ollanta y PPK de ganar el espacio del centro, desde la derecha (PPK) y desde la izquierda (Ollanta). Además, en un contexto donde para muchos los términos “derecha” e “izquierda” no son modernos; pero, desde cada una de estas opciones, lo mismo salen sables contra el competidor. Si salen sables, entonces, no podemos evitar usar esos términos y más bien debemos describirlos y explicarlos. Un primer aspecto, viendo el proceso político peruano, es la consideración que no existe ninguna relación entre derecha y maldad, así como entre izquierda y bondad; ni la izquierda ha mostrado ser lo mejor, ni la derecha se descubrió como lo peor. Negarlo es predeterminismo y nos acerca al discurso senderista y emerretista. Para expresarnos en ambiente electoral: ni la derecha es sinónimo de entreguismo ni la izquierda es igual a estatismo; ninguna de las dos desconoce el valor del mercado y del Estado. Los tiempos de hoy no son los de hace 30 años. Lo contemporáneo está dado por la encomiable alianza de la izquierda, centro y derecha con la Concertación Democrática que gobernó 20 años en Chile; también por los tres períodos de gobierno de izquierda democrática (con expresiones de alianza con la derecha) en Brasil con crecimiento económico y reducción visible de la pobreza y crecimiento institucional; asimismo, con el modelo autoritario de Hugo Chávez en Venezuela con bajo crecimiento económico y fragilidad institucional democrática, siguiéndole en esa misma línea los gobernantes de Ecuador y Bolivia; del mismo modo es un signo actual, la eficacia del gobierno de derecha en Colombia en su lucha contra la guerrilla de las FARC y el narcotráfico sin fortalecer la institucionalidad democrática. Además, Chile hoy continúa en las vigas construidas por la Concertación Democrática. De otro lado, Ollanta ha tenido la inteligencia de aliarse con el grupo denominado “Ciudadanos por el Cambio” (CPC) donde están intelectuales y políticos de la talla de Alberto Adrianzén, Nicolás Lynch, Sinesio López, Félix Jiménez, Rosa Mavila, Manuel Dammert, Isabel Coral, etc., muy reconocidos, pero también incapaces de hacer una autocrítica por lo que significó la ex Izquierda Unida frente al país de los 80´. Es este grupo el que le ha incorporado a la propuesta nacionalista el matiz de izquierda democrática. No es justo desconocer que todos ellos jugaron un rol importante en desentrañar el peligro del terrorismo senderista y apostaron por construir sin mayor desarrollo experiencias de izquierda democrática. A su vez, mi Partido, el Partido Humanista Peruano (PHP) de muy joven vida y con evidentes limitaciones organizativas, incursiona en su primera experiencia electoral nacional en alianza (APGC) con el Partido Popular Cristiano (PPC) y PPK, de reconocida filiación de derecha, así como con grupos pragmáticos como Alianza Para el Progreso (APP) y otra cercana a una confesión religiosa como es Restauración Nacional (RN). Ninguna de estas experiencias son inválidas por sí mismas. Ni Gana Perú ni la APGC son oscurantistas porque llevan en su interior a expresiones de la izquierda democrática peruana: CPC en Gana Perú y el PHP en APGC; tampoco lo son porque llevan otros sectores: Partido Nacionalista Peruano (PNP) en Gana Perú y PPC + PPK + APP + RN en APGC. Hacer de estas expresiones exclusiones arbitrarias es caer en el fundamentalismo y eso es menos favorable a, pasando las elecciones, posicionar un discurso favorable a la construcción de partido, que es una de las más grandes debilidades de la democracia peruana. En tercer lugar, considerando el espectacular crecimiento económico del Perú, el reto de la política es cómo construir la voluntad para hacer del crecimiento económico la fuente de lucha contra la pobreza y una justa redistribución de la riqueza fortaleciendo, asimismo, la institucionalidad democrática, en sus dos ámbitos: la gobernabilidad (capacidad y voluntad de la estructura de gobierno) y la gobernanza (buen relacionamiento entre gobierno y sociedad a través de políticas públicas que satisfaga las demandas de la población). Esta necesaria meta de base ética, requiere de audaces y prontos cambios en el modelo económico que a todas luces es exitoso. Finalmente, frente al fundamentalismo del producto electoral de mercado las organizaciones políticas debemos volver a la pasión y a la utopía, al discurso político que contagia masas por la claridad de la ideología y las propuestas. Un discurso político que relacione las dimensiones de lo concreto, lo posible y lo utópico. Sin esto, solo nos queda a esperar la próxima contienda electoral. Fin de la política.

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