Reflexión profunda con la que comparto plenamente, añadiendo que la tarea en la que estamos comprometidos es el cambio de paradigmas tradicionales en el ejercicio político y participación ciudadana, el cambio de ser beneficiario de la sociedad a ser actor protagónico, del caciquismo al liderazgo colectivo, de la corrupción a la transparencia... seguimos construiyendo el poder de la Gente¡
Se parecera en algo a la region Moquegua este articulo.
Si nos ponemos a recordar las instituciones, las normas, las políticas económicas, los proyectos, todas nacen de sentimientos de solidaridad, de comprender que las mayorías tienen que vivir dignamente, sin embargo, la solidaridad en el país no es una necesidad institucional, por tanto no requiere de presupuesto. Apurímac es una muestra de ello, es una Región sin sentimiento, no tiene una fuente fecunda de iniciativas, de sociedad civil e instituciones solidarias. No existe esa conexión entre ciudadanos que permita racionalmente hacer frente a las conductas y decisiones individualistas. La solidaridad solamente se entiende como una fuente religiosa, lejos de la acción profesional sin posibilidad alguna de desarrollar sus potencialidades múltiples.
Apurímac, todavía lleva el peso de la violencia terrorista, está exhausta de una administración vergonzosamente corrompida y cínicamente depredadora. Este pueblo inmenso es consciente de su dolor y de su fuerza pero no de su mayor capital, el ser humano. Médicos, profesores, artistas, ingenieros, abogados, obreros, religiosos, militares, estudiantes, empleados, todos laboran aislados, en el letargo del conformismo y del creciente egoísmo. No ven ni entienden más de lo que el individualismo les permite ver y entender, mientras los pueblos altoandinos, adentro de Antabamba y Cotabambas a costumbre de silencio muestran un doloroso espectáculo de pobreza y desatención.
Es sorprendente que hasta hoy, Antabamba, Cotabambas, Grau, Aymaraes y Chincheros, para tener lo que no tienen, tengan que depender de las desiciones de los genios de Abancay y Andahuaylas, de esos cerebros que hierven cuando ven que se asoma el porvenir de uno de ellos. El viejo estilo de gobernar todavía no abre espacios de diálogo y concertación permanentes entre las 7 provincias hermanas.
Las Universidades de la Región, si bien están logrando un status y predominio académico, también están produciendo profesionales para ser individualmente exitosos pero no para revertir la negativa convivencia de sus provincias. Cuantos estudiantes universitarios no se movilizaron kilómetros hasta la ciudad de Curahuasi y cuantos no se trasladaron hasta la plaza de Andahuaylas convencidos de que el arma para el cambio, es la protesta violenta y el sentimiento exacerbado por lo suyo. La rudeza de la violencia e ignorancia de las letras no puede remediarse sino adecuamos la educación a las necesidades de la Región.
No olvidemos que para luchar contra la pobreza, la inequidad, la ineficiencia, la corrupción y el narcotráfico, como Región tenemos que ser un solo bloque que conviva del trabajo programado, constante y solidario con las provincias más alejadas y pobres. Este único bloque tiene que estar cimentado en el compromiso, aprendizaje y actividades universitarias de la Región. Tiene que impulsarse la responsabilidad ciudadana, la manera de construir una sociedad y mundo solidario. Como dicen: “la Universidad tiene que ser para la sociedad, en el éxito y el fracaso”. Rocío Robles Deza
Apurímac, labrador de su propia historia
La formulación de la solidaridad entre pueblos es una utopía, lo que existe es un individualismo que relega la solidaridad a un punto minúsculo y que reaparece en la mente y en el ambiente solo en momentos críticos. Las experiencias de conflicto continuo entre las provincias de Abancay y Andahuaylas nos dice que el sentido de solidaridad no atraviesa la vida y ejercicio profesional de sus ciudadanos.
En momentos como este habría que recordar una breve cita de más de 30 años de Pablo VI en su encíclica Populorum Progressio: “el desarrollo integral del hombre no puede darse sin el desarrollo solidario de la humanidad. Nos lo decíamos en Bombay (en 1965): “El hombre debe encontrar al hombre, las naciones deben encontrase entre si como hermanos y hermanas, como hijos de Dios. En esta comprensión y amistad mutuas, en esta comunión sagrada, debemos igualmente comenzar a actuar en una para edificar el porvenir de la humanidad”. (Pablo vi Populorum Progressio 1967 Nº 43).
Hasta el momento en el país, estamos viendo los resultados de la dinámica económica, tecnológica que pretende la globalización, pero el aspecto cultural todavía no ha abierto los ojos a nuevas oportunidades y conciencia mas viva de la solidaridad. Los únicos movimientos de solidaridad están en las organizaciones sociales, en la iglesia, en el voluntariado, en la protesta por causas nobles, pero es insuficiente y limitado ante la creciente evolución de los conflictos. Si nos ponemos a recordar las instituciones, las normas, las políticas económicas, los proyectos, todas nacen de sentimientos de solidaridad, de comprender que las mayorías tienen que vivir dignamente, sin embargo, la solidaridad en el país no es una necesidad institucional, por tanto no requiere de presupuesto. Apurímac es una muestra de ello, es una Región sin sentimiento, no tiene una fuente fecunda de iniciativas, de sociedad civil e instituciones solidarias. No existe esa conexión entre ciudadanos que permita racionalmente hacer frente a las conductas y decisiones individualistas. La solidaridad solamente se entiende como una fuente religiosa, lejos de la acción profesional sin posibilidad alguna de desarrollar sus potencialidades múltiples.
Apurímac, todavía lleva el peso de la violencia terrorista, está exhausta de una administración vergonzosamente corrompida y cínicamente depredadora. Este pueblo inmenso es consciente de su dolor y de su fuerza pero no de su mayor capital, el ser humano. Médicos, profesores, artistas, ingenieros, abogados, obreros, religiosos, militares, estudiantes, empleados, todos laboran aislados, en el letargo del conformismo y del creciente egoísmo. No ven ni entienden más de lo que el individualismo les permite ver y entender, mientras los pueblos altoandinos, adentro de Antabamba y Cotabambas a costumbre de silencio muestran un doloroso espectáculo de pobreza y desatención.
Es sorprendente que hasta hoy, Antabamba, Cotabambas, Grau, Aymaraes y Chincheros, para tener lo que no tienen, tengan que depender de las desiciones de los genios de Abancay y Andahuaylas, de esos cerebros que hierven cuando ven que se asoma el porvenir de uno de ellos. El viejo estilo de gobernar todavía no abre espacios de diálogo y concertación permanentes entre las 7 provincias hermanas.
Las Universidades de la Región, si bien están logrando un status y predominio académico, también están produciendo profesionales para ser individualmente exitosos pero no para revertir la negativa convivencia de sus provincias. Cuantos estudiantes universitarios no se movilizaron kilómetros hasta la ciudad de Curahuasi y cuantos no se trasladaron hasta la plaza de Andahuaylas convencidos de que el arma para el cambio, es la protesta violenta y el sentimiento exacerbado por lo suyo. La rudeza de la violencia e ignorancia de las letras no puede remediarse sino adecuamos la educación a las necesidades de la Región.
No olvidemos que para luchar contra la pobreza, la inequidad, la ineficiencia, la corrupción y el narcotráfico, como Región tenemos que ser un solo bloque que conviva del trabajo programado, constante y solidario con las provincias más alejadas y pobres. Este único bloque tiene que estar cimentado en el compromiso, aprendizaje y actividades universitarias de la Región. Tiene que impulsarse la responsabilidad ciudadana, la manera de construir una sociedad y mundo solidario. Como dicen: “la Universidad tiene que ser para la sociedad, en el éxito y el fracaso”. Rocío Robles Deza
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