25 noviembre 2009. Día Internacional de la No Violencia contra las Mujeres
La discriminación es uno de los principales factores de la pobreza. Con demasiada frecuencia las mujeres son objeto de discriminación múltiple: las discriminan y les niegan sus derechos por ser mujeres y por pertenecer a un grupo marginado. Las mujeres que viven en la pobreza también se enfrentan a discriminación simplemente por su pobreza. La discriminación suele hacer que queden excluidas del acceso a la justicia, la protección o los servicios. La discriminación está íntimamente vinculada con la violencia contra las mujeres: determina el tipo de violencia que sufren, y en algunos casos hace que estén más expuestas a convertirse en blanco de ciertas formas de violencia por disfrutar de un estatus social menos elevado que otras mujeres y porque sus maltratadores saben que es menos probable que denuncien los abusos o pidan ayuda. Las mujeres suelen ser responsables del sustento de su familia, pese a que a menudo reciben sueldos más bajos que los hombres por realizar las mismas tareas, trabajan en el sector informal, sin seguridad de empleo, y tienen menos acceso a recursos como la tierra, el crédito y los derechos de herencia. Muchas mujeres que viven en la pobreza carecen de acceso a servicios de salud porque no pueden costeárselos o no pueden pagar el transporte hasta los centros médicos. Las mujeres de Sudáfrica, en especial las de raza negra, se ven afectadas de forma desproporcionada por la pobreza y por la pandemia del VIH. El coste del transporte es elevado en relación con los ingresos de la población, y a las mujeres que viven en comunidades rurales pobres les resulta especialmente difícil trasladarse a los hospitales y continuar su tratamiento. Muchas, además, no reciben una alimentación adecuada, algo esencial para sobrellevar los efectos secundarios de los medicamentos antirretrovirales.
Atrapadas en el ciclo de la pobreza y la violencia
La pobreza, para las mujeres, es a la vez causa y consecuencia de la violencia: la violencia mantiene a las mujeres atrapadas en la pobreza, y las mujeres pobres están más expuestas a la violencia. Las mujeres que sufren violencia pierden ingresos y ven afectada su capacidad de ganarse la vida. La pobreza puede obligar a las mujeres a hacer elecciones difíciles que las ponen en peligro de sufrir violencia o las mantienen en esa situación. Una mujer que es económicamente dependiente de una pareja abusiva puede no ver una manera viable de mantenerse y mantener a sus hijos e hijas si abandona a su pareja. Una niña que queda embarazada como consecuencia de una violación puede verse excluida del colegio, con menos posibilidades de encontrar empleo seguro y un futuro independiente. En Haití la pobreza es un fenómeno generalizado, y en las zonas rurales muchos progenitores toman la decisión de enviar a sus hijos e hijas a las ciudades con la esperanza de que allí mejoren sus perspectivas de futuro. Más de 100.000 niñas haitianas cuyas edades oscilan entre los 6 y los 17 años están empleadas en el servicio doméstico. Trabajan largas horas, realizando las tareas del hogar, cuidando de los niños de la familia y vendiendo artículos en el mercado ; a cambio de ello reciben alojamiento. Lejos de sus familiares y amistades y atrapadas en una situación de dependencia total de sus empleadores, muchas niñas están expuestas a los abusos físicos y la violencia sexual. Sin nadie que se preocupe por su bienestar y con escasas perspectivas de encontrar un trabajo menos riesgoso, estas niñas llevan una existencia solitaria, aislada y vulnerable.
El camino por recorrer
Es preciso que los Estados y las instituciones internacionales trabajen con más energía para proteger los derechos de las mujeres, pero todas las personas tienen un papel que desempeñar a la hora de crear la voluntad política de producir cambios. Podemos retar a nuestros gobiernos a que mejoren el disfrute de los derechos de las mujeres en el ámbito nacional, así como, mediante la cooperación internacional, en todas partes del mundo.
En septiembre de 2009, todos los gobiernos acordaron la creación de una nueva entidad de la ONU dedicada a los derechos de las mujeres, que tendrá una mayor capacidad para contribuir a que la ONU y los gobiernos aseguren que las mujeres y las niñas de todo el mundo disfruten de sus derechos en la práctica. Para tener éxito, esta nueva entidad necesita de una dotación de fondos y un compromiso político sostenido.
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